💱 PAÍSES EMERGENTES: ¿BUENA O MALA LA APRECIACIÓN DE SU DIVISA? 💱
A priori, la apreciación de una divisa es positiva porque sugiere una entrada de capitales en el mercado local (hay más apetito por la moneda). Teóricamente, debería estar sustentada en la confianza gubernamental a partir de su salud fiscal, y a sus políticas internas y externas a futuro que permitan la rentabilidad. Sin embargo, la respuesta no es simple porque entran otros factores en consideración.
Una moneda fuerte permite que las importaciones se abaraten mientras que las exportaciones se encarecen. Por contra, una divisa débil provoca que las importaciones se encarezcan y las exportaciones se abaraten. Cualquier escenario impacta en la competitividad de una nación, principalmente para las emergentes. Pero… ¿por qué el euro o el dólar, que es dinero fuerte, siempre son competitivas? Porque además de poseer la confianza y ser reserva internacional [Dilema Triffin], son economías que producen un altísimo valor agregado e innovan.
Las naciones emergentes típicamente no producen bienes ni servicios de alto valor agregado; ergo, los vaivenes del mercado cobran más relevancia y son más virulentos. Por ello, su divisa queda también expuesta a factores como las operaciones de compra-venta en el mercado de derivados y/o capitales, a las tasas de interés que usualmente son más altas que las de Europa o EEUU (para compensar el riesgo-país), a sus reservas, a procesos inflacionarios/deflacionarios, a la deuda externa, a las remesas o a cualquier situación de inestabilidad social.
Para ilustrar lo complejo del tema, existen cuatro casos. Argentina tuvo una paridad 1:1 con el dólar de 1991 a 2002, donde por su inestabilidad política y al no generar valor agregado en sus bienes y servicios, se volvió insostenible y colapsó. México en 1994 quebró y su moneda se devaluó por la salida masiva de capitales a causa de su inestabilidad y a una fuerte deuda apalancada en dólares. Por otro lado, China, al ser una economía con mucho valor agregado actual, no permitió que su tipo de cambio fuese similar al dólar porque le restaría competitividad como potencia exportadora. Y el caso más complejo, Japón, con un desarrollo formidable pero que por razones de excesiva confianza (entre otras), la han estancado, obligándola a depreciar sistemáticamente su divisa.
La situación se agudiza tras las políticas globales actuales de deslocalización (Nearshoring), que podrían crear movimientos positivos o negativos en las monedas. En principio es benéfico para una nación siempre y cuando exista una transferencia tecnológica eficiente y que las operaciones demuestren rentabilidad a lo largo de los años. Esto, será resultado de legislaciones amigables con las inversiones y al impulso de la investigación y desarrollo, para que exista un crecimiento más o menos homogéneo, no solo sectorial.
Finalmente, para responder a la pregunta inicial, siempre habrá que hacer una reflexión en al menos 3 aspectos (interno, externo y transversal):
1. Corroborar que existan condiciones económicas internas que justifiquen la entrada de capitales y que estas se canalicen como inversión directa.
2. Descartar que no haya fenómenos globales que distorsionen lo que ocurre en un país, confundiéndolo como causas exclusivamente nacionales o internacionales.
3. Verificar que existan directrices para la mitigación de riesgos en caso de choques internos y externos.
Si existe armonía entre los tres, es muy probable que la apreciación sea legítima. De haber discrepancias, las probabilidades juegan en contra y abren fuertemente la posibilidad de que sea solo resultado de movimientos especulativos. Como fuere, el criterio de bondad o maldad estará en función de la magnitud del alza o baja, del tiempo, y de que tanto los Bancos Centrales (contrapartidas) estén también desempeñando un papel clave contra las posiciones abiertas de especuladores.
¡El mejor análisis es el tuyo!
A priori, la apreciación de una divisa es positiva porque sugiere una entrada de capitales en el mercado local (hay más apetito por la moneda). Teóricamente, debería estar sustentada en la confianza gubernamental a partir de su salud fiscal, y a sus políticas internas y externas a futuro que permitan la rentabilidad. Sin embargo, la respuesta no es simple porque entran otros factores en consideración.
Una moneda fuerte permite que las importaciones se abaraten mientras que las exportaciones se encarecen. Por contra, una divisa débil provoca que las importaciones se encarezcan y las exportaciones se abaraten. Cualquier escenario impacta en la competitividad de una nación, principalmente para las emergentes. Pero… ¿por qué el euro o el dólar, que es dinero fuerte, siempre son competitivas? Porque además de poseer la confianza y ser reserva internacional [Dilema Triffin], son economías que producen un altísimo valor agregado e innovan.
Las naciones emergentes típicamente no producen bienes ni servicios de alto valor agregado; ergo, los vaivenes del mercado cobran más relevancia y son más virulentos. Por ello, su divisa queda también expuesta a factores como las operaciones de compra-venta en el mercado de derivados y/o capitales, a las tasas de interés que usualmente son más altas que las de Europa o EEUU (para compensar el riesgo-país), a sus reservas, a procesos inflacionarios/deflacionarios, a la deuda externa, a las remesas o a cualquier situación de inestabilidad social.
Para ilustrar lo complejo del tema, existen cuatro casos. Argentina tuvo una paridad 1:1 con el dólar de 1991 a 2002, donde por su inestabilidad política y al no generar valor agregado en sus bienes y servicios, se volvió insostenible y colapsó. México en 1994 quebró y su moneda se devaluó por la salida masiva de capitales a causa de su inestabilidad y a una fuerte deuda apalancada en dólares. Por otro lado, China, al ser una economía con mucho valor agregado actual, no permitió que su tipo de cambio fuese similar al dólar porque le restaría competitividad como potencia exportadora. Y el caso más complejo, Japón, con un desarrollo formidable pero que por razones de excesiva confianza (entre otras), la han estancado, obligándola a depreciar sistemáticamente su divisa.
La situación se agudiza tras las políticas globales actuales de deslocalización (Nearshoring), que podrían crear movimientos positivos o negativos en las monedas. En principio es benéfico para una nación siempre y cuando exista una transferencia tecnológica eficiente y que las operaciones demuestren rentabilidad a lo largo de los años. Esto, será resultado de legislaciones amigables con las inversiones y al impulso de la investigación y desarrollo, para que exista un crecimiento más o menos homogéneo, no solo sectorial.
Finalmente, para responder a la pregunta inicial, siempre habrá que hacer una reflexión en al menos 3 aspectos (interno, externo y transversal):
1. Corroborar que existan condiciones económicas internas que justifiquen la entrada de capitales y que estas se canalicen como inversión directa.
2. Descartar que no haya fenómenos globales que distorsionen lo que ocurre en un país, confundiéndolo como causas exclusivamente nacionales o internacionales.
3. Verificar que existan directrices para la mitigación de riesgos en caso de choques internos y externos.
Si existe armonía entre los tres, es muy probable que la apreciación sea legítima. De haber discrepancias, las probabilidades juegan en contra y abren fuertemente la posibilidad de que sea solo resultado de movimientos especulativos. Como fuere, el criterio de bondad o maldad estará en función de la magnitud del alza o baja, del tiempo, y de que tanto los Bancos Centrales (contrapartidas) estén también desempeñando un papel clave contra las posiciones abiertas de especuladores.
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